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El Jardinero

  • 28 abr 2020
  • 3 Min. de lectura

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El trabajo del jardín es muy diferente del que requieren la hortaliza, la lavanda o el huerto frutal. Los que tuvimos la fortuna de tener un pequeño jardín en la ciudad recordamos al jardinero como un señor que llegaba en bicicleta con una podadora mecánica y una gran tijera. El que iba a mi casa se llamaba Pablo.

Pablo podaba el pasto y cortaba los setos del rededor con una precisión que parecían como trazados con regla y escuadra. Pero hasta ahí llegaba su trabajo. Lo de cultivar las rosas lo hacía mi madre.

En Huerta San José el trabajo de jardinería es compartido por todos, lo cual lo convierte en un proyecto comunitario y diverso. Uno poda el pasto, otra desyerba los arriates, alguien retira las flores secas, otra persona poda y una más riega… todos participamos.

El verdadero jardinero hace mucho más que podar.

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Un jardinero es un creador, con una visión, sentido estético y sensibilidad que le permiten proyectar al futuro algo que de inicio sólo está en su imaginación. Sabe de colores, proporciones, armonías y estilos. Es capaz de prever resultados que probablemente están muy lejos en el tiempo.

El jardinero posee sabiduría profunda y a la vez cotidiana. Identifica a cada planta por su nombre y conoce sus necesidades particulares. Distingue cada tipo de suelo, sus características y posibilidades; sabe del clima, y del abono, y de las plagas y la mejor forma de combatirlas...

Quien crea un jardín no teme tomar decisiones: qué plantar y en dónde; cuándo regar, abonar, podar, cosechar…. Sabe que elegir significa renunciar, que si opta por la sombra del árbol de copa ancha, tendrá que resignarse a no tener pasto, que junto a los cactus no puede sembrar ciertas flores porque su demanda de agua es diferente, que si quiere arriates rectos deberá dedicar mucho tiempo a su mantenimiento.


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Porque el verdadero jardinero es persistente, paciente, constante y disciplinado. Nunca descuida su jardín, aunque a veces las tareas no sean tan gratas. Atiende su jardín sin importar si llueve, hace frío o el sol pega a plomo. Es paciente y sabe esperar; persiste, aunque no vea pronto los resultados. Dicen que quien siembra un olivo no verá sus frutos. Pero el jardinero es generoso, siembra para otros y cree en el futuro.

Ante todo, el jardinero ama su trabajo. Conoce a cada una de sus plantas, sus necesidades, sus preferencias, las atiende con amor, las consiente, las alimenta, las cuida, las protege… Se dice de algunas personas que tienen “dedo verde”, porque lo que tocan prospera. Es que hay personas que saben dar vida, que hacen florecer en el desierto y crean vida para que muchas generaciones se alimenten de ese amor.

Hubo una mujer que nació para ser princesa. Se preparó para ser la flor más bella de la comunidad, creció hermosa y apasionada y trazó su camino como sueño de novela romántica. Pero la vida tenía otros planes para ella, y de pronto la sequía invadió su espacio. Hubiera podido morir de sed, perderse en la desolación y abandonarlo todo. Pero entre las lágrimas que regaron el suelo había dos brotes diminutos que esperaban su mirada. La bella princesa entonces se convirtió en jardinera.

Creó un jardín de Días Felices, donde todas las plantas florecieron y dieron fruto, generación tras generación. Se convirtió en el árbol alto y fuerte que acogió a la vida y protegió a todas las especies, respetando sus diferencias y engrandeciendo sus potencialidades; dando sombra a quien lo necesitaba y cobijo para todos los nidos; ofreciendo su tronco fuerte, firme y recto para reclinar la espalda y grabar corazones.

Ella fue la creadora con visión, que fue adquiriendo sabiduría a base de esfuerzo, trabajo y persistencia, con constancia, paciencia y disciplina, que tuvo que tomar decisiones, muchas veces difíciles e incluso dolorosas, pero siempre desde el amor y la alegría que se convirtieron en su sello.

Durante 60 años, muchos pasamos por su jardín, donde desarrollamos las raíces que nos llevarían a florecer en el mundo. Hoy llevamos la semilla de su amor por siempre en el corazón, donde habita desde hace un momento y para siempre. Porque fue la jardinera de nuestra vida.

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Gracias por siempre.





 
 
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